domingo, 13 de octubre de 2013

Santa Teresa y el Dr. Pérez de Valdívia



Con motivo de la fiesta de Santa Teresa de Jesús, el día 15 de octubre, en el primer aniversario de ser proclamado Doctor de la Iglesia San Juan de Ávila, he intentado recordar en el anterior artículo, de una manera muy precisa, las relaciones epistolares que mantuvieron la Mística Doctora con san Juan de Ávila, al tener conocimiento que sólo Él, si leía el “Libro de su Vida”, quedaría sosegada ante las continuas inquietudes que sembraban en su alma algunas personas que tenían ascendencia en  su experiencia espiritual profunda.



Hoy pretendo recordar la entrevista que sostuvo santa Teresa de Jesús con el discípulo predilecto del Maestro Ávila DIEGO PÉREZ DE VALDÍVIA. Dejando para otro momento su biografía completa, me circunscribo a enmarcar este momento histórico.


El Dr. Pérez de Valdivia, por consejo de su maestro, aceptó ser arcediano de la catedral de Jaén, como lo fue durante los años 1569 al 1574, aunque le había vaticinado persecuciones que no tardaron en llegar. Sus enemigos le acusaron y la Inquisición lo mantuvo encarcelado 1574 – 1577.


El Santo Tribunal lo absolvió. Volvió a Jaén donde fue recibido con júbilo y alegría de los buenos. Y como la dignidad que ostentaba fue la causa de tamaña persecución, renunció a ella. El obispo procuró detenerle, más no fue posible al responderle: Rvdmo. Sr., si V. Señoría no quiere que yo muera preso en la cárcel del Santo oficio, no intente persuadirme.


Enterado que la santa avulense estaba en Toledo y teniendo oportunidad de conocerla más de cerca, por lo que de ella se hablaba, se entrevistó con la Madre Teresa de Jesús el día 18 de febrero de 1577, que le compadeció como una madre, quedando tan altamente impresionada  que se sirvió de él como mensajero presentándolo de este modo: “ …es el señor Diego Pérez el que lleva ésta, que he alabado harto a nuestro Señor de verle libre. Bien parece siervo suyo de veras, pues así le ha ejercitado nuestro Señor en padecer”.



El encuentro con la Santa le sirvió para fortalecerse en la resolución de seguir la desnudez de su Maestro el Padre Juan de Ávila, desasido de todo apoyo humano, confiando en la divina providencia para vivir evangélicamente  y con la idea de ofrecerse al Papa para ir a tierra de infieles a predicar el evangelio, con vehemente deseo de ser mártir.

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