El Maestro Luis de Noguera natural de la ciudad de Baeza, hijo de padres no ricos, más
virtuosos, buenos cristianos muy temerosos de Dios, y que guardaron sus
mandamientos con cuidado como hijos fieles. Con este amor y temor que
profesaban criaron a su hijo Luis, instruyéndolo en el camino de la virtud y
servicio verdadero de nuestro Señor.
Desde la escuela le aconsejaban la humildad y la modestia que
había de tener para con Dios y los hombres, y en el estudio así de la
gramática, artes y teología no perdió lo que había mamado antes fue creciendo
en la profundidad de esta excelente y virtud y con ella en las demás que
perfeccionan el alma y la justifican y hermosean para enamorar, agradar y
servir a Dios.
Aprovechó en letras y en virtud muy concienzudamente, se
graduó en las dos facultades de Artes y Teología y le sacaron de las escuelas (
1 ) para darle un Priorato en la ciudad de Jaén, donde vivió muchos años. La
Iglesia que le cupo en suerte es la de la Santa Cruz, de quién fue notablemente
devoto preciándose de llevarla a imitación de su Maestro y Redentor Jesucristo.
La renta era muy tenue, y aunque los Obispos quisieron
mejorarle en otra más opima, porque que darle a él la renta era dársela a los
pobres, no fue posible que asiente a ello antes con verdadera humildad se
excusó notablemente.
Fueron coetáneos y muy amigos él y el venerable predicador
apostólico Diego Pérez, y aún entre los dos hubo notable y santa competencia
confesando el uno al otro por más siervo de Dios, más humilde y justo.
De cuya vida y virtud diré lo que me dijo Doña María Mejia,
gran señora en virtud y sangre, hija de D. Fernando de Torres y Portugal, Conde
de Villadompardo y Virrey que fue del Perú… fielmente fui escribiendo lo que me
refirió:
“Lo que yo sé de éste
santo varón…es que su vida fue talque mientras vivió frontero de nuestras
casas, vivió tan santamente, que no se le probó entrar mujer por sus puertas
aunque estuviese enfermo. En nuestra casa se le guisaba de comer tan poco y tan
humilde, que era para solo poder vivir. Porque su ayuno abstinencia y
penitencia más
era de hombre lleno de favores del cielo que de persona terrena.
Sus
sermones eran tan continuos y de tanto provecho, que según la noticia que tengo,
se consideró un gran discípulo de San Pablo. Porque convirtió con ellos tantas
almas cuantas solo Dios sabe aunque el ser muchas es público en esta ciudad de
Jaén.
Toda
la ciudad le oía como a santo, y decían muchas personas, que cuando predicaba
les parecía, que hablaba el espíritu Santo en él, y que sus correcciones las
hacia Dios a cada uno de por sí dentro
de su alma.
El
memorable Don Francisco sarmiento Obispo de esta ciudad, amigo de santos y
virtuosos le hizo gracia de un arcedianato: A lo cual le respondió, que su
Señoría no le quería bien, pues intentaba quitarle de su quietud, pues le
bastaba su pobre Priorato. Replicole el Obispo, que así tendría más que darle a
los pobres, a lo que le respondió : En las limosnas de V.S. y de otros buenos,
que pasan por mis manos se sirva de su Divina Majestad.
Todo
lo que tenía de renta lo daba de limosna, no tenía en su casa otra cosa, que
algunos libros y una pobre cama. Cada año daba de limosna más de dos mil
ducados que le daban a él hombres ricos y devotos para que los distribuyese,
sin otras muchas que hacía que eran innumerables. Era tan amigo de socorrer y
remediar a los pobres, que muchas veces daba la pobre comida, que le llevaban
de nuestra casa, Y así había puestos espías para enviarle algo con que se
sustentase.
Fue muy celoso del
servicio de Dios y con cuidado remediaba las ofensas que eran públicas y las
secretas con el recato y secreto posible. Era gran componedor de odios y
enemistades, odios y disensiones, hacia olvidar
afrentas perdonar agravios, aún
de muertes, y otras notables desgracias, ponía orden, limite y rienda a los
juegos desordenados, corregía hombres deslenguados en el maldecir, jurar,
perjurar y blasfemar.
El daba remedio a los
flacos que vencidos de necesidades humanas
cayan en flaquezas y pecados. El detenía y enfrentaba con sus humildes,
devotas y piadosas pláticas celosas y santas reprehensiones a los viciosos para
que no ofendiesen a Dios. Reprimía a los usureros, que trataban mal con
ganancias ilícitas, y las usuras las hacia se trocasen en limosnas.
Todo el pueblo acudía a
él y a todos acudía, todo lo allanaba, componía y remediaba y con mucho sec
reto dando a cada uno lo que le había de estar bien para la necesidad de su
alma y aún para la del cuerpo. Era padre de huérfanos amparo de viudas, arrimo
de todos los pobres.
Fue condiscípulo del
Doctor Diego Pérez, y me constaba que entre ellos hicieron un tratado de vivir
guardando cierta memoria en su alma. Y suspiraba con lágrimas diciendo, que
daba gracias al Padre Eterno que el santo Diego Pérez era más puro, mas santo y
a quien no osaba nombrar, ni merecía por compañero. Mas que tenía confianza en
Dios, que por las oraciones de aquel tan gran amigo del mismo Dios tenía su
misericordia sobre él y suspiraba rogando al Señor le dejase seguir sus pisadas
por ser tan parecidas a las de Cristo Jesús nuestro bien.
Afirmaba esto, esta
honrada Señora, que tenía por cierto que obraba el cielo con él tan altas misericordias por su profunda
humildad y por su caridad indecible. Murió cargado de años y de santas obras el año 1590. En su entierro se halló
toda la ciudad sin llamar a nadie, todos lo reverenciaban por santo, pues aún
los niños decían a voces ya sacan el santo. (*)
(Tomado del capítulo XIX de la
historia de la Ciudad y Reino de Jaén del Maestro Bartolomé Xímenez Patón. Jaén
1628)
(*)
Bernabé de Hortigosa, presbítero, vecino de Jaén, que durante
nueve años lo acompañó hasta que murió, nos dirá “Fue Prior de la Parroquia de
la Santa Cruz de Jaén más de treinta
años, perseverando en el puesto indicado con humildad y entrega, habiendo
podido situarse en sitios elevados, cumplió exactísimamente la obligación de
cura; lo fue “de verdad” y no “de nombre”. Varón santísimo en letras y
santidad, que se preciaba de ser discípulo del Venerable Padre Maestro.
Blas Rodriguez
Pancorbo, Prior de la Parroquia de Santiago de la ciudad de Jaén nos
dirá: que lo conoció de pequeño y sabe de su gran virtud, santidad, penitencia
y pobreza y cómo fue Varón de gran espíritu en la predicación y enseñanza de
las almas y como todo esto confesaba haberlo aprendido de la doctrina, espíritu
y santa vida de su Maestro.
(declarantes
en el proceso de beatificación del Maestro Juan de Ávila)
Ximena Jurado en la
página 495 de Anales de Jaén, nos dirá: que nació el 1527 y murió el 16 de
septiembre de 1590 refiriéndose a él como VENERABLE. El año 1592 dio licencia el Sr. Obispo
Sarmiento para que el cadáver se colocase dentro del altar mayor de su
parroquia de Santa Cruz y que registrado el 1626 se encontró incorrupto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario