De los últimos discípulos del
Padre Maestro Ávila, fue el Doctor Pedro de Ojeda; mas de los primeros en las
virtudes y méritos Varón de gran talento y grandes letras. Leyó muchos años
Escritura en la Universidad de Baeza, con gran aprovechamiento de la Escuela.
Sucedió al Doctor Bernardino de Carleval en el Patronazgo, y el espíritu:
mantuvo con gran valor lo que le duró la vida, la rigurosa disciplina, y el
espíritu, en que fundó estas Escuelas el Padre Maestro Ávila, haciendo rostro a
los que con sus vicios intentaban corromper el vigor de las costumbres
antiguas:
Padeció por esta causa pesados
testimonios, injurias, contradicciones, molestias, que toleró con ánimo
invencible, sin responder una palabra sola, ni alterar el tenor de su semblante,
y religiosas costumbres, más pudo llevarlo todo, apoyado en la levantada
oración y heroica contemplación que tuvo.
Fue admirado de cuantos le
trataron y conocieron, por un ejemplo raro de modestia, de desprecio de cosas
humanas, dignidades, puestos, acrecentamientos ( atributo común de todos los
discípulos del Maestro Ávila, mayor en los demás de aventajadas letras y
talentos; todos lo veneraron por maestro
de un verdadero y desengañado espíritu, con gran aprovechamiento de toda
aquella Provincia.
Fue muy celoso de la honra de Dios y de su gloria.
Eficacísimo en la palabra Divina: Predicaba
muchos días con tan esforzado espíritu que atemorizaba a los oyentes con
muy copioso fruto. Los jueves todos predicaba del santísimo Sacramento, con
quien tuvo afectuosa y tierna devoción, tanto que muchas veces ponía tan fijada
laa vista, tan elevada en la Custodia Santa, tan largo espacio de tiempo, que
mostraba la fineza de su amor, y con cuan fuertes cadenas le tiraba.
Excedía en esta acción las
fuerzas de la naturaleza. Cuidó del culto divino en las Iglesias de su cargo,
acudiendo a esto con devoción y ternura, sin que la Cátedra y púlpito le
divirtiesen del adorno, y limpieza de los Templos.
Padeció
grandes enfermedades, y en los mayores desconsuelos, y apreturas no hallaba otro
alivio, sino hacer que le leyesen las Epístolas del Padre Maestro Ávila, en
particular las escritas a afligidos, y
tentados, y agravados de enfermedades penosas, llamaba a un sacerdote que le
hacía compañía, y decía: Digamos a nuestro Venerable Padre, que nos consuele y
nos hable.
Murió con opinión de Santo,
aclamándole por tal el pueblo, tocando Rosarios a su Venerable cuerpo, y
llevando cosas suyas por reliquias.
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