LA CORRUPCIÓN en las cartas 11 y 180 del Maestro Ávila
Ocupa un lugar
importante en el magisterio del Maestro Ávila la corrupción y forma de contrarrestarla. Esta realidad que tanto
nos afecta, intento exponerla teniendo
como marco los lugares avilistas correspondientes de la ruta baezana.
Nada mejor que enmarcarla en la triple labor evangelizadora que llevó a cabo en
nuestra ciudad el Maestro Ávila, enriqueciendo así de contenido algunos de los
lugares que nos disponemos a visitar. El texto avilista que sigue es como una
síntesis de lo que pretendo exponer.
“El castigo ha de ser prevenido con buenos medios,
para que no sea necesaria medicina tan costosa; ¿qué es de los buenos ejemplos
dados a vuestros súbditos, las paternales amonestaciones, los maestros para que
les enseñen virtud y para que los críen en ella? Si no habéis sembrado esta
buena semilla, ¿cómo esperáis coger el fruto de la virtud? El corazón del
hombre es como una fuente, que, si está
clara, claros arroyos salen de ella, y si sucia, sucios. Si os contentáis con
limpiar la tierra que ha ensuciado el agua sucia y no limpiáis la fuente,
volverá a echar de sí lo mismo que antes; así se pasa la vida de los súbditos
haciendo maldades y la vuestra en castigarlas. Mas si trabajáis en limpiar el
hondo de la fuente para que dé agua clara, gozaréis del fruto de los buenos
árboles regados con el riego de la
virtud.” (C. 11.350ss)
Con este preámbulo,
comienzo recordando que lo que se pretende con la PEREGRINACIÓN AVILISTA BAEZANA es ver “in situ”, recorrer,
ir tras los pasos del que evangelizó Baeza en lo religioso, cultural y social.
Si en lo “religioso”
acentuamos como el “eminente predicador de la palabra de Dios” (así se le llama
en la Bula fundacional de la universidad) sentó cátedra en las parroquias, en
los conventos, en las plazas y en las calles.
Si en lo “cultural” es
de obligado cumplimiento fijarnos en los colegios de niños y en la Universidad,
que fue la “niña de sus ojos”; porque tanto en los unos como en la otra veía el
futuro de la sociedad.
En lo
“social” no lo omite nadie; ni quienes participaron en el proceso incoado en las
ciudades más sobresalientes donde desarrolló su labor apostólica, ni sus
biógrafos (fray Luis de Granada llega a decir: “Lo que no pudo la mano del rey, lo pudo este pobre
clérigo ayudado de la mano de Dios”):
Consiguió definitivamente hacer las paces en las familias que se disputaban el gobierno de la ciudad, sentando
así un pilar fundamental para la convivencia.
Pero, he aquí, que el primer paso que damos en nuestro peregrinar por la
ciudad, la primera parada es la Plaza del Pópulo y en el edificio central, en
su planta principal nos encontramos con la CASA DE LA AUDIENCIA y en la planta
baja (hoy oficina de Turismo) varias puertas que daban acceso a LAS ESCRIBANÍAS.
En los escribanos y todo lo que está relacionado con ellos, me gustaría
detenerme, para aportar lo que el Maestro Ávila recoge en dos de sus cartas:
porque si en Córdoba y en Granada ya “se cocían habas”, en Baeza no sería
menos. ¿Cuanto queda por investigar?
Y cuando ahora se habla
de “corrupción” da la impresión de que estamos “empezando el melón” y es que,
mientras no se le ponga remedio, yendo a la raíz, (como bellamente lo recoge el
Maestro Ávila en el párrafo con que encabezo este escrito) mal acabaremos.
Digo “escribanos”
porque en aquel entonces ahí estaba el foco infeccioso y a poco que nos
esforcemos, palpamos un fiel reflejo de lo que hay ocurre, con la salvedad que
HOY tanto unos como otros no queremos reconocer o reconociendo no encontramos
el remedio adecuado, antes bien nos contenemos irasciblemente, sintiéndonos
impotentes ante tanta degradación.
El
Maestro Ávila si lo percibía, no olvidando la vertiente religiosa del tema que
hoy se trata de ignorar, y para descarga de su conciencia unas veces, otras para prevenir en lo
posible, con la libertad de los hijos de Dios, porque la tenía, no duda ponerlo
en conocimiento de quién sabe pondrá lo que esté de su parte para remediarlo: A
uno, porque le había mandado diese algunos avisos para el buen gobierno. A
otro, por la amistad y el amor de Dios que les unía.
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