“A
UN SEÑOR DE ESTOS REINOS” es el título de la conocida carta 22 de San Juan
de Ávila a un gobernante de su tiempo que no teniendo las ideas muy claras y
deseando mejorarlas, al tener
referencias fidedignas del espíritu de consejo con que estaba dotado el insigne
Maestro Ávila no dudó, con gran atrevimiento y humildad, dirigirse a él, pidiéndole
orientación ya que tenía a su cargo vasallos y pretendía ejercer sobre ellos su
autoridad lo más dignamente posible.
A TODOS LOS SEÑORES DE ESTOS REINOS me gustaría
dirigir esta carta, aunque no me hayan pedido consejo ni opinión; pero como
ciudadano me afecta y duele mucho la situación que estamos padeciendo.
Las circunstancias que estamos viviendo nos aconsejan
a los ciudadanos de a pie que, haciendo uso de nuestra corresponsabilidad,
ofrezcamos los medios que estén a nuestro alcance para ponerlos a disposición de quienes nos
gobiernan.
El sentir popular se plantea con enorme
preocupación a quién debería encomendar la
tarea de gobierno cuando contempla con desesperación la evolución de los
gravísimos problemas que nos aquejan (“¿qué podríamos hacer?”); porque las
cosas van de mal en peor.
Una opción posible sería que los gobernantes se
dejaran llevar por los mismos sentimientos nobles y sinceros de este señor del
reino que teniendo vasallos a su cargo y pretendiendo poner remedio
eficaz a la injusticia imperante acudió a Juan de Ávila para que lo orientara.
Pero para acabar con semejante crisis NUESTROS GOBERNANTES
tenían que estar dotados de la suficiente humildad para tomar conciencia de la situación
de gravedad extrema a la que hemos sido abocados, como NAAMÁN, general del
ejército del rey sirio, que se sintió enfermo de lepra. (2º Libro de los Reyes
5.1-15)
NUESTROS GOBERNANTES necesitarían que alguien
cercano (como hizo la criada de la mujer de Naamán cuando le dijo a su señora: ”ojalá mi Señor fuera a ver al profeta de
Samaría; él lo libraría de su enfermedad”), les dijera: Señores míos: “ si
leyeseis a San Juan de Ávila sus escritos os sanarían.
NUESTROS
GOBERNANTES tendrían que tener el arresto de acometer la sanación que está
reclamando la sociedad, como lo tuvo NAAMÁN, y sin escatimar en nada hacer un
sobreesfuerzo, doblegar su orgullo y siquiera por una vez escuchar a quien
tienen más cerca, SU CONCIENCIA, y entrar en la duda que le entró a NAAMÁN,
cuando le dijeron sus siervos: “Señor, si
el profeta te hubiera prescrito algo difícil, lo harías. Cuanto más si lo que
te prescribe para quedar limpio es simplemente que te bañes.”. ¿Qué
perdemos, con leer la carta 22?.
Lo cierto es, que NAAMÁN accedió: hizo lo
que le ordenó el profeta y su carne quedó limpia como la de un niño y volviendo
con su comitiva y presentándose al profeta, dijo: Ahora reconozco que no hay
dios en toda la tierra más que el de Israel.
SEÑORES DE ESTOS REINOS: Ojalá que alguien
cercano deje caer esta carta 22 en vuestras manos y ávidamente la leyerais
ahora que se han puesto de moda los escritos de San Juan de Ávila al ser
declarado “Doctor de la Iglesia”. Aunque no os pudiera interesar dejaros
asesorar por directrices eclesiásticas tened en cuenta que Naamán, general del
ejército del rey sirio, no tuvo reparo alguno ya que el interés que le primaba
era el de sanar a toda costa.
Ojalá que os dierais cuenta de que más que una enfermedad es una epidemia la que está afectando y
asolando nuestra sociedad. Ojalá asumierais
en vuestros razonamientos y pensamientos el contenido de la mencionada carta y
terminarais haciendo profesión de fe.
SEÑORES DE ESTOS REINOS: ¡Qué satisfacción nos daríais
a los ciudadanos! ¡Qué orgullosos nos sentiríamos de vosotros!.
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