Cuando
Santa Teresa redactó el (libro de su vida) 1562, fue un año antes de ser priora
del convento de san José de Ávila (este año celebramos
el 450 aniversario).
Algunas personas allegadas, no le daban crédito a lo que ella experimentaba
interiormente y escribía. No conforme con lo que le decían, lo consultó con su
confesor, desde 1556, el P. Baltasar Álvarez, con San Francisco de Borja, con San
Pedro de Alcántara.
En
1562, desde Toledo, le dice a su confesor Fray Francisco García de Toledo el deseo
de enseñarle el libro al Maestro Ávila en estos términos:”Yo deseo harto se dé orden en cómo lo vea, pues con ese intento lo
comencé a escribir; porque como a él le parezca voy por buen camino, quedaré
muy consolada, ya que no me queda más para hacer lo que es en mí.”
También
consultó a D. Francisco de Soto Salazar, miembro del tribunal de la inquisición
en Salamanca, muy conocido de su familia, quién sería posteriormente obispo de
Salamanca y que apreciaba y veneraba al Maestro. (La santa
resumirá así el encuentro epistolar) “Como la vió tan fatigada,
díjole también que se lo escribiese todo al Maestro Ávila, que era hombre que
entendía mucho de oración, y que con lo que le escribiese se sosegase.”
En
diversas cartas de la santa (desde mayo de 1568) a Dª Luisa de la Cerda, señora
de Malagón, se hace referencia a su gran deseo de que el Maestro Ávila leyera y
diera su parecer sobre el escrito, que había puesto en manos de dicha señora
para hacerlo llegar a su objetivo.
Después
de muchos avatares, las cartas llegaron a su destino: El 12 de septiembre de
1568, un año antes de la muerte del Maestro, en medio de enfermedades y
sufrimientos, le escribió dándole el parecer sobre el “Libro de su vida”,
excusándose por haber aceptado leer su autobiografía, dando esta humilde
explicación: “Cuando acepté el leer el libro que se me envió, no fue tanto por pensar
que yo era suficiente para juzgar las cosas de él, como por pensar que podría
yo, con el favor de nuestro Señor, aprovecharme algo con la doctrina de él; y
gracias a Cristo, que, aunque lo he leído no con el reposo que era menester,
mas heme consolado, y podría sacar edificación, si por mí no queda.”
(carta 158,
3s)
Las
afirmaciones finales de la carta, no pueden ser más elogiosas:”Paréceme,
según consta en el libro, que vuestra merced ha resistido a estas cosas, y aún
más de lo justo. Paréceme que le han aprovechado a su ánima; especialmente le
han hecho conocer su miseria propia y faltas y enmendarse de ellas. Han durado
mucho, y siempre con provecho espiritual. Incítanle a amor de Dios, y a propio
desprecio, y a hacer penitencia. No veo porqué condenarlas.
Inclíname más a
tenerlas por buenas con condición que siempre haya cautela de no fiarse del
todo, especialmente en cosa no acostumbrada… Vuestra merced siga su camino, más
siempre con recelo de los ladrones, y preguntando por el camino derecho; y dé
gracias a nuestro Señor, que le ha dado su amor y el propio conocimiento, y
amor de penitencia y de cruz”
(carta
158, 93ss, 121ss)
El
biógrafo Luis Muñoz deja constancia de los sentimientos de Santa Teresa a la
muerte del Maestro Ávila:
“la gloriosa Santa Teresa de Jesús derramó por esta muerte copiosas lágrimas…y
habiendo sabido de ella la causa de su llanto, le dijeron que porqué se afligía
tanto por un hombre que se iba a gozar de Dios. A esto respondió la santa:
“Lo que me da pena es que pierde la Iglesia de Dios una gran columna y muchas
almas un grande amparo, que tenían en él, que la mía, aún con estar tan lejos,
le tenía por esta causa obligación” (Vida,
lib.3º, cap 24)
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