domingo, 13 de octubre de 2013

Santa Teresa de Jesús y San Juan de Ávila



Cuando Santa Teresa redactó el (libro de su vida) 1562, fue un año antes de ser priora del convento de san José de Ávila (este año celebramos el 450 aniversario). Algunas personas allegadas, no le daban crédito a lo que ella experimentaba interiormente y escribía. No conforme con lo que le decían, lo consultó con su confesor, desde 1556, el P. Baltasar Álvarez, con San Francisco de Borja, con San Pedro de Alcántara.






En 1562, desde Toledo, le dice a su confesor Fray Francisco García de Toledo el deseo de enseñarle el libro al Maestro Ávila en estos términos:”Yo deseo harto se dé orden en cómo lo vea, pues con ese intento lo comencé a escribir; porque como a él le parezca voy por buen camino, quedaré muy consolada, ya que no me queda más para hacer lo que es en mí.”




También consultó a D. Francisco de Soto Salazar, miembro del tribunal de la inquisición en Salamanca, muy conocido de su familia, quién sería posteriormente obispo de Salamanca y que apreciaba y veneraba al Maestro. (La santa resumirá así el encuentro epistolar) “Como la vió tan fatigada, díjole también que se lo escribiese todo al Maestro Ávila, que era hombre que entendía mucho de oración, y que con lo que le escribiese se sosegase.”

En diversas cartas de la santa (desde mayo de 1568) a Dª Luisa de la Cerda, señora de Malagón, se hace referencia a su gran deseo de que el Maestro Ávila leyera y diera su parecer sobre el escrito, que había puesto en manos de dicha señora para hacerlo llegar a  su objetivo.



Después de muchos avatares, las cartas llegaron a su destino: El 12 de septiembre de 1568, un año antes de la muerte del Maestro, en medio de enfermedades y sufrimientos, le escribió dándole el parecer sobre el “Libro de su vida”, excusándose por haber aceptado leer su autobiografía, dando esta humilde explicación: “Cuando acepté el leer el libro que se me envió, no fue tanto por pensar que yo era suficiente para juzgar las cosas de él, como por pensar que podría yo, con el favor de nuestro Señor, aprovecharme algo con la doctrina de él; y gracias a Cristo, que, aunque lo he leído no con el reposo que era menester, mas heme consolado, y podría sacar edificación, si por mí no queda.”

(carta 158, 3s)

Las afirmaciones finales de la carta, no pueden ser más elogiosas:”Paréceme, según consta en el libro, que vuestra merced ha resistido a estas cosas, y aún más de lo justo. Paréceme que le han aprovechado a su ánima; especialmente le han hecho conocer su miseria propia y faltas y enmendarse de ellas. Han durado mucho, y siempre con provecho espiritual. Incítanle a amor de Dios, y a propio desprecio, y a hacer penitencia. No veo porqué condenarlas. 

Inclíname más a tenerlas por buenas con condición que siempre haya cautela de no fiarse del todo, especialmente en cosa no acostumbrada… Vuestra merced siga su camino, más siempre con recelo de los ladrones, y preguntando por el camino derecho; y dé gracias a nuestro Señor, que le ha dado su amor y el propio conocimiento, y amor de penitencia y de cruz”

(carta 158, 93ss, 121ss)


El biógrafo Luis Muñoz deja constancia de los sentimientos de Santa Teresa a la muerte del Maestro Ávila: “la gloriosa Santa Teresa de Jesús derramó por esta muerte copiosas lágrimas…y habiendo sabido de ella la causa de su llanto, le dijeron que porqué se afligía tanto por un hombre que se iba a gozar de Dios. A esto respondió la santa: “Lo que me da pena es que pierde la Iglesia de Dios una gran columna y muchas almas un grande amparo, que tenían en él, que la mía, aún con estar tan lejos, le tenía por esta causa obligación” (Vida, lib.3º, cap 24)

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