En el primer aniversario de ser proclamado DOCTOR de la
IGLESIA SAN JUAN DE ÁVILA.
Entre lo que cuentan de la vida del Padre Mateo de la
Fuente, encontramos en la carta que les dirigió a sus monjes este fragmento: “Al Maestro Ávila hemos enterrado; lo tengo
por gran dicha, por el consuelo que de
ello recibió de verme a su cabecera en tiempo de tanta estrechura, y él que
tanto lo merecía y que tanto se lo debemos todos, como a buen Doctor que tanto ha trabajado en la iglesia de Dios y tanto fruto
ha hecho en ella.”
¿Quién fue el Padre
Mateo de la Fuente que le llevó a escribir tales palabras?
Lo de menos es que
naciera cerca de Torrejón, en Alminuere en 1524; que fuera imitador de los
eremitas S. Antonio Abad y S. Francisco de Paula; que tuviera noticia que en
las sierras de Baeza hacían vida en soledad unos ermitaños y que partiera en su
búsqueda para que lo recibiesen.
Lo de menos no era
eso, sino que le surgió la duda, si con esto que hacía buscaba a Dios o se buscaba
a sí mismo y llegando a su conocimiento que el Maestro Ávila era diestro en discernir espíritus y maestro en
gobernar almas, en Montilla se presentó, al Maestro consultó, aprobándole su
vocación y recibiéndolo por hijo.
Volvió a su soledad a
La Albayda de Córdoba; oía misa en el convento de La Arruzafa; se pasó a las
montañas de D. Martín (Sierra Morena) en el término de Hornachuelos por donde
pasa el rio Bembejar.
Consultando de nuevo
al Maestro Ávila si debiera estar acompañado, llevó consigo al hermano Diego
Vidal; se retiraron cerca de la ermita de Nuestra Señora de la Sierra;
admitieron en su compañía más ermitaños,
subieron a las cumbres de Sierra Morena y se establecieron en El TARDÓN.
Durante ocho años compartieron vida el Padre Mariano de Benito y Fray Juan de
la Miseria, que después serían carmelitas descalzos.
El Papa Pio V,
despachó un Breve para que todos los ermitaños estuviesen sujetos a prelados,
eligiesen una regla aprobada y se redujesen a conventos. Al punto, eligieron la
regla de San Basilio y fundose el convento del TARDÓN.
El padre Mateo,
reconoce como maestro y bienhechor a Juan de Ávila, por cuyo consejo y
dirección encaminó nuestro Señor esta reforma de la orden de San Basilio.
Enfermo como estaba,
una de las veces que salió a curarse fue a Montilla, más gustoso por ver
al Maestro Ávila que por curarse y
estando aquí sucedió la muerte de JUAN DE ÁVILA al que asistió
providencialmente consolándolo y confortándolo en aquel amargo trance.
En el primer aniversario de ser proclamado DOCTOR DE LA
IGLESIA SAN JUAN DE ÁVILA, justo es que el mundo recuerde también que éste
discípulo suyo, que con virtud heroica abrazó la perfección evangélica, fue el
primero en llamarle DOCTOR.
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