miércoles, 23 de octubre de 2013

Bernardino de Carleval

En el “Libro – Guía” de la ruta avilista baezana, al hablar de la breve historia de la fundación de la universidad  nos encontramos con tan singular discípulo, puesto al frente de ella por el Maestro Ávila. Igualmente nos encontraremos con él, en la introducción a la “ruta de los discípulos” y en el Apéndice del libro-guía veremos la relación que tuvo con la inquisición viniendo a ser el primer discípulo encarcelado del Maestro Ávila.




Ahora, me limito a transcribir lo que de él nos dice el historiador Ruiz de Mesa en Vida y Obras del Venerable Maestro Juan de Ávila, cuando en el libro segundo habla de los elogios y vidas de algunos de sus discípulos.

Corta quedará la más feliz elocuencia que se animare a mostrar lo que fue el Venerable varón el Doctor Bernardino de Carleval, uno de los de mayor nombre, de mayor caudal, y letras de los discípulos que tuvo el Padre Maestro Ávila.


Siendo Colegial y Rector del Colegio Real de Granada, mozo de floridos estudios y talento; predicando en esta ciudad el Padre Maestro Ávila, dijo un día a un compañero: Vamos a oír a este idiota, veamos como predica:

Oyó al Varón Apostólico  las verdades Evangélicas, predicando con tal fuerza y valentía, que se halló tan trocado de la mano de Dios, y de su amor, que de allí en adelante lo oía con suma veneración, y  gusto; continuando sus Sermones, comenzó a tratar con el Santo Maestro, y frecuentar su casa, con resolución de abrazar la virtud en su mayor perfección: Contaba él después este suceso con lágrimas, reconociendo la virtud Divina, que iba envuelta en las palabras de este gran Predicador.


Habiéndose fundado años después la Universidad de Baeza, le trajo el Padre Maestro Ávila para que fuese la piedra fundamental de estos estudios, como de verdad lo fue, y el primero que se graduó de Licenciado, Maestro  y Doctor, leyó en ellas la sagrada teología muchos años; dio gran ejemplo de todas las virtudes, en especial de la pobreza evangélica con un desprecio grande del mundo y de sus cosas, no admitió renta ni beneficio eclesiástico, contento con el dispendio de su cátedra.


Permaneció leyéndola lo que le duró la vida, sin aspirar a Prelacías, de que era benemérito. Vivía pobremente en un aposento de las Escuelas, y hombre doctísimo ejercitaba por su persona las órdenes que dejó el Padre Maestro Ávila: Acudía al Hospital los sábados a servir a los pobres  y componerles las camas: Hacía pláticas a los Estudiantes, salía por las calles desde la Universidad, cantando la doctrina, predicaba en la plaza y muchas veces en las Parroquias  y Conventos de Monjas.



Sucedió en el Patronazgo de la Universidad al padre Maestro Ávila, y en el espíritu y celo de la salvación de las almas. Fue uno de los Varones Apostólicos y Religiosos que tuvo la Universidad de Baeza, y aún España: plantó la virtud en “las Escuelas” y en todas partes. Fue tanto su deseo de la conversión de las almas, que continuamente aconsejaba a otros predicadores  que predicasen a Cristo crucificado, tema único de su gran maestro.

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