miércoles, 23 de octubre de 2013

Doctor Pedro de Ojeda

De los últimos discípulos del Padre Maestro Ávila, fue el Doctor Pedro de Ojeda; mas de los primeros en las virtudes y méritos Varón de gran talento y grandes letras. Leyó muchos años Escritura en la Universidad de Baeza, con gran aprovechamiento de la Escuela. Sucedió al Doctor Bernardino de Carleval en el Patronazgo, y el espíritu: mantuvo con gran valor lo que le duró la vida, la rigurosa disciplina, y el espíritu, en que fundó estas Escuelas el Padre Maestro Ávila, haciendo rostro a los que con sus vicios intentaban corromper el vigor de las costumbres antiguas:




Padeció por esta causa pesados testimonios, injurias, contradicciones, molestias, que toleró con ánimo invencible, sin responder una palabra sola, ni alterar el tenor de su semblante, y religiosas costumbres, más pudo llevarlo todo, apoyado en la levantada oración y heroica contemplación que tuvo.

Fue admirado de cuantos le trataron y conocieron, por un ejemplo raro de modestia, de desprecio de cosas humanas, dignidades, puestos, acrecentamientos ( atributo común de todos los discípulos del Maestro Ávila, mayor en los demás de aventajadas letras y talentos; todos lo veneraron  por maestro de un verdadero y desengañado espíritu, con gran aprovechamiento de toda aquella Provincia.


Fue muy celoso  de la honra de Dios y de su gloria. Eficacísimo en la palabra Divina: Predicaba  muchos días con tan esforzado espíritu que atemorizaba a los oyentes con muy copioso fruto. Los jueves todos predicaba del santísimo Sacramento, con quien tuvo afectuosa y tierna devoción, tanto que muchas veces ponía tan fijada laa vista, tan elevada en la Custodia Santa, tan largo espacio de tiempo, que mostraba la fineza de su amor, y con cuan fuertes cadenas le tiraba.

Excedía en esta acción las fuerzas de la naturaleza. Cuidó del culto divino en las Iglesias de su cargo, acudiendo a esto con devoción y ternura, sin que la Cátedra y púlpito le divirtiesen del adorno, y limpieza de los Templos.


Padeció grandes enfermedades, y en los mayores desconsuelos, y apreturas no hallaba otro alivio, sino hacer que le leyesen las Epístolas del Padre Maestro Ávila, en particular las escritas  a afligidos, y tentados, y agravados de enfermedades penosas, llamaba a un sacerdote que le hacía compañía, y decía: Digamos a nuestro Venerable Padre, que nos consuele y nos hable.



Murió con opinión de Santo, aclamándole por tal el pueblo, tocando Rosarios a su Venerable cuerpo, y llevando cosas suyas por reliquias.

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