Dentro de los jueves de Juan de Ávila,
ajustándose al tema propuesto, después de expresar el gozo profundo que le
embargaba por impartir su conferencia en el mismo lugar que el maestro
Ávila lo hiciera hace cinco siglos, se declaró ferviente discípulo suyo al
haberse encontrado con él en sus escritos.
Exponiendo los motivos que a lo largo de
su vida le han llevado a sentirse cada día más discípulo avilista fijó su
atención en su primer biógrafo fray Luis de Granada, que nadie como él supo
transcribir lo que vivió, sintió y palpó al lado de tan inminente maestro que
enseñaba para la vida.
Hizo un elogio al Epistolario Avilista,
considerándolo lo mejor de sus escritos, en cuanto dirigidos a toda clase de
gente, sobre todo a las mujeres que para él si que contaban.
Se detuvo en una carta dirigida a un
predicador - de fray Luis de Granada se trataba - un verdadero tratado sobre la
predicación.
Habló también de LAS DISCÍPULAS
resaltando a Ana Ponce de León y a Dª Sancha Carrillo para quién
comenzó a escribir el "AUDÍ, FILIA": un verdadero tratado de oración.
Es Huerga Teruelo, hombre sabio y culto
donde los haya que a sus años, su conferencia parecía estar contando una
historia con toda clase de detalles a los embobados oyentes.
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