Tres personajes ilustres se dan cita en este secular
monasterio de clarisas.
Por el hecho que se contemple en el itinerario avilista
baezano en la tercera ruta o ruta que ha venido en llamarse de los conventos o
de las órdenes religiosas, no quiere decir que el convento de san Antonio ocupe
un lugar menos importante, pues con la mente puesta en este convento debió
fraguarse la reforma del monasterio de la Encarnación de Granada.
Históricamente está probado que D. Gaspar Dávalos nació en la
Puerta de Segura (Jaén) – una placa erigida junto a la parroquia de La Puerta
de Segura nos lo recuerda – De corta edad, sus padres fijaron la residencia en
Baeza; su hermana la joven Isabel Dávalos en el año 1534 profesó en el convento
de san Antonio, mientras su hermano, la carrera sacerdotal lo llevó de ser
obispo de Guadix a que Paulo III lo promoviese a arzobispo de Granada.
Este gran prelado y siervo de Dios, escribirá fray Luis de
Granada “entendiendo la excelencia y eficacia de la doctrina del maestro Ávila,
se alegraba de cómo Dios le había dado tal ayudador para descargo de su
obligación”. En efecto, conocedor de su vida y virtudes lo quiso para su arzobispado dándole aposento en un cuarto
apartado de su misma casa, ayudándose de su consejo en todas las cosas de
importancia.
Cuando en octubre de 1539 el maestro Ávila dice de
trasladarse a Baeza con la finalidad de hacerse cargo de la Academia que el
clérigo baezano Rodrigo López, familiar de Paulo III, quería fundar en su Baeza
natal, mediante bula papal otorgada en 1538, no nos cabe la menor duda que el
arzobispo recordara y confiara a su cuidado espiritual a su hermana Isabel,
profesa en san Antonio hacía ya cinco años y así fue.
Entre otros cometidos apostólicos, aparte de hacerse cargo de
la Academia, tuvo el de predicar y tratar con la gente espiritual. Sus primeras
dirigidas debieron ser las monjas clarisas de san Antonio: seminario de señoras
nobles en virtud y sangre.
Durante tres años que sepamos las trató espiritualmente; ya
que hasta el año 1542 perseveró sor Isabel de la Cruz en este convento, en su
rincón de san Antonio, y le hubo de dejar por obediencia yendo a Granada con
otras religiosas para una fundación.
Su hermano don Gaspar Dávalos, compadecido de la situación
en que se encontraban las monjas
clarisas del convento de la Encarnación de Granada – que eran pocas y
desvalidas – para dar forma a este convento, trajo de san Antonio de Baeza a sor Aldonza de Jesús y a sor Luisa Maria (
en el siglo Dª Aldonza de Mendoza y a Dª
Luisa de Niquesa, descendiente de Pedro de Niquesa y Dª Leonor de Ávalos,
señores de la villa de Tovaruela, discípulas del maestro Ávila y deudas cercanas
del arzobispo) y a su hermana sor Isabel de la Cruz.
Aunque marcharon a Granada no dejaron de ser atendidas
espiritualmente por el maestro Ávila que les ayudó grandemente en la reforma
que habían de acometer. Lo cierto es que asistió a la restauración de este
monasterio al tiempo que predicaba en la iglesia mayor el día de la Octava del
Corpus del año 1542.
El maestro Ávila, miró siempre con cariño este monasterio
restaurado; le ayudó espiritualmente con
sus cartas y escritos que se leían en el noviciado y con la asistencia de su
buen discípulo el P. Pedro Navarro de la Compañía de Jesús.
Como no mirarlo con cariño y demostrar que así lo hacía, si
las monjas encargadas de la reforma con la abadesa al frente, sor Isabel de la
Cruz y quién las asistía eran discípulos suyos.
En el elenco de discípulas y discípulos que aparecen en la
exposición “El maestro Ávila y su tiempo” que durante los meses de junio y
julio tenemos ocasión de visitar en la Sala de Exposiciones del Excmo.
Ayuntamiento de Baeza, quedan reflejadas.
Por el sitio que ocupó en la vida del maestro Ávila, por lo
aquí expuesto, por los recuerdos que nos trae, merece la pena ser visitado este
punto de la ruta avilista baezana.
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