DEL MES DE OCTUBRE DE 2012
Comparado con la inmensidad de la Plaza de San Pedro, un insignificante número de peregrinos baezanos se dispone a participar en la ciudad eterna de los actos solemnes que dejaran huella mientras vivamos.
Eran las seis de la tarde. La
Basílica de Santa María la Mayor, la más española de las iglesias romanas, nos
acogía entre tantos y tantos peregrinos procedentes de todos los rincones de la
patria, para celebrar la VIGILIA SOLEMNE del acto tan querido y anhelado
durante siglos.
El cardenal español Santos Abril
Castelló, arcipreste del templo, acompañado de los cardenales de Madrid y
Barcelona presidía la ceremonia - tras abrirse paso el cortejo que salía de la sacristía,
con la majestuosidad, la elegancia, la sencillez que el caso requería.
El coro de la Basílica, dirigido
por el sacerdote catalán Valenti
Miserachs nos introducía con los acordes del órgano. ¡qué lectores! ¡qué
cantos!
El Obispo de Ciudad Real, nos daba la
bienvenida. El Cardenal que nos presidía tuvo la homilía. El Obispo de Córdoba,
al concluir, tras cantar a pleno pulmón el Himno de San Juan de Ávila, nos
preparaba para lo que estaba por llegar al día siguiente.
Mientras los peregrinos disfrutábamos
de la noche romana, en la Embajada de España ante la Santa Sede tenía lugar la
recepción de la Delegación Española designada para el caso, las autoridades
económicas y la de las ciudades avilistas.
7 de OCTUBRE
Había que madrugar. Aunque teníamos
credenciales no era caso llegar tarde. A partir de las ocho de la mañana ya se
podía acceder a la plaza de San Pedro. El ir y venir de fieles y autoridades,
sacerdotes, obispos y cardenales por todas partes le daba un tinte
característico a la plaza. Estaba la mañana fresquita con asomo de nubes. El correr
del tiempo pasaba inadvertido.
A medida que se acercaba la hora, tras el rezo del
Santo Rosario y la escucha de unos textos avilistas, iban tomando sitio las
autoridades, los cardenales, los “Obispos
Sinodales”, los españoles y alemanes que concelebrarían la Eucaristía.
En un impresionante silencio de multitud, con el canto
gregoriano que se percibía a lo lejos de la “letanía de los Santos”, el pueblo
todo al unísono respondía: ¡Te rogamos, óyenos!
El Papa, se desplazaba lentamente hasta el altar para incensario,
pasando acto seguido a ocupar la “SEDE de PEDRO”.
El cardenal para la causa de los santos hizo la
presentación. La promotora del Doctorado trazó unas pinceladas sobre lo que fue
la Vida y obra de San Juan de Ávila. Ante tales testimonios, el Papa, en virtud
de su autoridad como Obispo de Roma lo proclamó DOCTOR DE LA IGLESIA
UNIVERSAL.
Los tapices de los nuevos doctores que hasta este
momento habían estado cubiertos fueron descorridos. YA ERA SAN JUAN DE ÁVILA,
POR VOLUNTAD DEL PAPA, DOCTOR DE LA IGLESIA UNIVERSAL.
La pintura del nuevo DOCTOR hacía
alusión a Baeza, a su catedral, a su fuente de Santa María, a la ciudad que El
amó y se desvivió por ella.
8 de OCTUBRE
Por si fuera poco la fiesta del
“DOCTORADO”, había que ponerle broche de oro. A las diez de la mañana, una
nueva cita, esta vez en el altar de la Catedral de San Pedro de la Basílica
Vaticana.
Los españoles éramos convocados a DAR
GRACIAS A DIOS. Cantaba la capilla musical de la Basílica, dirigida por el
también sacerdote y músico español Pablo Colino. Presidía el Cardenal de
Madrid. Concelebraban todos los Obispos españoles y los sacerdotes presentes.
¡Qué lecturas bíblicas! ¡Qué solemne
“Oración de Acción de Gracias” y como colofón a los acordes del órgano de la
Basílica de San Pedro, con todos los registros sacados, el HIMNO A SAN JUAN DE
ÁVILA brotaba de nuestra alma a todo pulmón.
TRIDUO SANTO, TRIDUO de S. Juan de Ávila, TRIDUO de
emociones contenidas, TRIDUO de recuerdos de los nuestros y de todos, TRIDUO de
sentimientos profundos, TRIDUO sobretodo de fe vivida, sentida y manifiesta,
TRIDUO SANTO.
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